Zoom: Big Joe y el fantasma 309 por Tom Waits


Bueno dio la casualidad de que yo andaba por la costa hace algunos años.

Tratando de conseguir un dólar como todo el mundo. Pero los tiempos eran difíciles y no tuve suerte. Me harté de dar vueltas por allí. Así que me puse a hacer autostop para volver a casa. Hice bastantes kilómetros en los primeros dos días. Pensé que si la suerte seguía igual llegaría a casa en una semana.

Pero a la tercera noche me quedé clavado. Allí estaba yo en un frío y solitario cruce. Y había hambre y estaba cansado, estabo helado y cogí frío. Pero entonces aparecieron sobre la colina las luces de un semirremolque. Deberías haber visto mi sonrisa cuando oí sus frenos hidráulicos. Subí a la cabina donde sabía que se estaría caliente. Y al volante estaría sentado un tipo corpulento. Diría que debía pesar unos 150 kilos.

Cuando me dio la mano y me dijo con una sonrisa –Big Joe es mi nombre y este camión se llama fantasma 309-.

Le pregunté por qué llamaba así al camión se giró y me dijo:

-Hijo, deberías saber que este camión no tiene rival. No hay ningún conductor en este u otro trayecto que no haya visto más que las luces traseras de Big Joe y Fantasma 309.

Así que rodamos y hablamos casi toda la noche. Yo le conté mis historias y Joe me contó las suyas y me fume todos sus Viceroy mientras viajábamos le había metido las diez marchas y el camión iba a tope.

Tío, aquel salpicadero estaba encendido como el viejo millón de la Madam La Rue. Todo un semicamión.
Hasta que casi misteriosamente aparecieron las luces de un apeadero de camiones, Joe se giro y me dijo:

-Lo siento, pero me temo que no puedo ir más lejos. He de desviarme un poco más lejos.

Pero que me cuelguen sino me tiró diez centavos cuando puso la primera y me dijo:

-Entra ahí y tomate una taza de café caliente paga Big Joe.

Pero cuando Big Joe y Fantasma se internaron en la noche, Tío, en un instante ya no había rastro de ellos. Así que entré en aquel viejo apeadero y pedí una taza de café.

Dije: -Esto lo paga Big Joe-

Pero había un silencio tan sepulcral que se podía oír un alfiler cuando el rostro del camarero se giró algo pálido. Le dije con una sonrisa medio burlona:

-¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?

Me respondió: -No hijo, esto suele ocurrir de vez en cuando. Todos los conductores de aquí conocen a Big Joe. Pero deja que te cuente lo que pasó hace diez años. Sí, fue hace diez años en ese frío y solitario cruce. Había un autobús cargado de niños. Volvían de la escuela. Y estaban allí en medio cuando Joe se asomó por la colina. Y pudo haberlos matado pero Joe giró el volante y el camión coleo, coleo, y pegó un patinazo. Y la gente de aquí dice que dio su vida por salvar a aquel puñado de críos. Y ahí fuera, en el frío y solitario cruce, dicen que fue el final del trayecto de Big Joe y Fantasma 309.

Pero es extraño, ¿sabes? Porque de vez en cuando, sí, de vez en cuando. Cuando la luna está llena. Dicen que Joe se para y recoge a alguien. Y así como tú, algún autopista pasa por aquí.

Así pues, hijo. Tomate otra taza de café a cuenta de la casa. Y quiero que te quedes con esa moneda de diez centavos. Sí, quédate con esa moneda de diez centavos. Guárdate esa moneda como recuerdo de Big Joe. De Big Joe y Fantasma, Big Joe y Fantasma 309

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